Hay momentos en la vida en los que nos resulta necesario, casi una urgencia, escuchar buena música. Porque, innegablemente, la música es un refugio, un recurso y un idioma común a todos los seres humanos. Sin embargo, no toda la música es buena, ni toda la buena música es la apropiada para un momento o necesidad específica. Hoy me estoy refiriendo a momentos en que, lo que nuestra alma pide a gritos, es una melodía en la que se pueda sumergir y bloquear todo en derredor, como cuando un buzo hace su inmersión a las profundidades, y lo envuelve ese silencio macizo y pesado, de modo que la vida en la superficie parece haber dejado de existir.
Para momentos así, Footscray es la elección ideal. Una canción que no solo escuchas, sino que se adentra en tí, te traspasa, te posee. A tal punto lo hace, que llega un momento en que las penas de las que habla te empiezan a resultar conocidas, y los lugares que evoca llegan a hacerse familiares.
El tema posee ciertos rasgos distintivos que son los que le conceden ese poder:
Primero, el papel de la guitarra. Desde el primer riff de guitarra, el tema cobra vida propia, se hace autónomo y penetra en tu mente sin pedirte permiso, como una inteligencia artificial peligrosamente fuera de control. Arranca su carrera con un ritmo firme marcado por la propia guitarra. Es ella también, la guitarra, la encargada de atrapar tus emociones y tus sentidos, para llevarlos lejos de esa realidad que te agobia y que precisas, aunque sea por unos minutos, anular.
Segundo, la batería y el resto de la familia de la percusión. En Footscray la entrada de la batería es discreta. Extrañamente discreta diría yo, tratándose de un tema perteneciente a la estirpe del rock. Pero de que funciona, funciona. El team percusión se completa con el bombo y el cajón, ambos sutiles, cumpliendo la función de dar equilibrio, y no de liderar. La percusión no tiene la misión de hacer ruido sino de, apenas, latir.
Tercero, el bajo. Puede decirse que en este tema nunca ocurre lo que se espera, porque aquí el bajo eléctrico, que usualmente obedece acordes, es intrépido y ejecuta contrapuntos, aportando así otro ingrediente insólito a esta exquisita pieza del rock de pubs australianos.
Cuarto, la voz. Contrariamente a las enérgicas demostraciones con que los cantantes de rock suelen exhibir su virtuosismo, el intérprete de “Footscry” no hace el menor esfuerzo por mostrar potencia, no porque no la posea (en otras de sus canciones se corrobora lo contrario), sino porque este tema en particular requiere ser cantado con el alma y no con las cuerdas vocales. Es así que Jason McKee entona esta canción como quien está expulsando realmente una confesión, sacando de sí aquello que le está matando, y no rígida y actuadamente como quien encarna un personaje de opereta. Jason canta esta canción para ser sentida, no para que sean admiradas sus cualidades vocales, por lo que se mueve siempre en los tonos bajos, sin complicaciones.
Quinto, la letra. La canción versa sobre el tema de las relaciones tóxicas, esas que hacen al hombre perder toda noción de la valía propia, y llega a renunciar a principios viscerales resquebrajándole su dignidad.
La combinación de los factores antes dichos arroja como resultado un tema con efectos narcóticos. “Footscray”, alusivo al vecindario homónimo de la ciudad de Melbourne, es un tema impregnado de nostalgia por esos parajes urbanos, lo cual, unido al tópico sombrío del amor que hace daño, lo convierte en una pieza melancólica pero hermosa. “Footscray” tiene además la rara cualidad de que, a pesar de la temática y la atmósfera demoledora de la voz de McKee, no es una canción triste, propiamente dicha. Se evocan recuerdos y lugares dejados atrás, pero se hace con cariño, no con sufrimiento. Me parece evidente que “Footscray” no fue compuesta para lamentarse, sino para agradecer por lo vivido. El resto de su poder hipnótico obedece a la musicalidad, tan única e inteligentemente articulada.
Estás en presencia de una composición que tiene todo el poder para subyugarte enteramente. Escúchala mientras conduces, o durante una caminata si estás solo. Si estás con alguien, te advierto que Footscray solo desplegará todo su poder si están en silencio. Preferentemente escúchala con audífonos, para que puedas apreciar en toda su magnitud la fuerza tremenda de esta creación. Se apoderará de tu atención, pero también de tus sentidos y de la noción del aquí y ahora.
Muchos recurren a la copa para olvidar el dolor por un rato. Después de escuchar “Footscray”, he llegado a la conclusión de que no es necesario hundirse en el alcohol o cosas peores para desconectar, esta canción es una solución mucho más saludable. Si esto no es lo que conocemos como un tema para olvidar, no sé cuál sería.


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